El día.

El día, él, es muy voluble, es fácilmente irritable y comúnmente menospreciado. De ahí su azar. Es obvio que no puedes decirle que día ser, si es martes es martes, pero tampoco puedes meterte con su cualidad de adverbio modal para encarrilarlo a un cómo ser.

Por la mañana buscarás orientarlo, frente al espejo le hablas, le coqueteas esperando una respuesta favorable. Por la mañana te manda señales confusas que no habrás de aceptar como dogma.

Sí tu día pinta, tú se lienzo, sí tu día augura, tú escucha. No nades contra corriente. Si tu día termina con los Simpson un tanto triste y melancólico, tú se un roble.