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Escribí lo siguente hoy por la mañana mientras mi internet decidía los beneficios de funcionar, o no hacerlo. Me resulta ahora más adecuado despues de leer la recomendación de Cavallazzi, en verdad nos toca y conviene seguir adelante, la historia se hará con y por nosotros. Hagamosla pues.

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El mundo que se levanta es un mundo pleno, un mundo lineal y estrictamente coherente. Un mundo que el cual la música, el arte y la danza tienen el peso necesario para invitar a sus habitantes a preocuparse por el prójimo, un mundo en el cual el hambre es un mal necesario y el cine cumple con su función: entretener. Si nos quejáramos todo el tiempo de aquellas pequeñas injusticias, de aquellos pequeños sobresaltos como la degradación del amor y del ser humano en su conjunto, si no entendiéramos la grandeza del consumo con su rol dinámico regulador de la convivencia; es entonces cuando el caos sería real, cuando las cosas dejarían de marchar correctamente. Cuando dejemos de adorar a un Dios-Mercado y nos preocupemos por entender nuestra ubicación en una red espacial, en un conjunto social, es entonces cuando todo perdería el valor que tanto trabajo nos ha costado darle a esta existencia.

Si, ilógicamente, la televisión fuera relegada a un segundo plano y la política empezara a relacionarse con el desgastado término de “empatía”, si ateniéndonos al principio de escasez las sonrisas empezaran a tener más valor que un diamante, un te quiero fuera la moneda corriente y no un corriente término de cordialidad: es entonces cuando la Utopía de Moro, la fantasía de Rockwell o las diatribas de Russell nos molestarían, un irritante espejo que hace su tarea correctamente, que bien sabemos no nos enseña quienes somos, sino una cara opuesta siempre juzgada por una mentalidad pueril y enferma. Así es que por condescendencia y con-sentimiento, desistamos de quejarnos. El mundo no podría ser mejor.

Es cuestión de soltar el cuerpo y conformarse, de ignorar aquello que se matiza como un mosquito durante la noche, únicamente podemos escucharlo pero en el momento que tratamos de verlo, de estar concientes de su plena existencia, se nos esconde en una esquina de indiferencia y desidia. Esto no significa que se haya ido, significa que en el momento en que volvamos a cerrar los ojos seguirá ahí.