The Big Taco

Tanta información en Internet que un poquito mas no hará dañó, y si es inutil e insulsa mejor...

Monday, July 24, 2006

Un-ended II

A la mañana siguiente le despertó un sonido muy familiar, era la mascota tratando de escapar de su metálica jaula. En cierta ocasión, por azares del destino, aprendió que levantando la pata podría detener la puerta y acto seguido introducir su cabeza para crear la palanca necesaria. De esta forma salir directamente a un cuarto de mayores dimensiones y nuevas aventuras. Todavía medio dormido buscó en la cocina una tirita como aquellas que se usan para mantener el pan fresco, buscó dentro de la alacena, en las gavetas, incluso a ambos lados del horno de microondas, nada. Optó por un palillo chino que fungió como estaca para trabar la puerta. Volvió a dormir.

Al despertar se preparo quesadillas con salsa, este desayuno más que satisfacerlo le recordaba las bondades de una buena rutina. Horas después salió a caminar, iba hacía la librería que días antes le notificaba, a través de su gerente, su regocijante contratación. Sonó bien las primeras horas, incluso estaba entusiasmado. Conforme pasaron los días se dio cuenta de lo bien que le sentaba no hacer nada, su sobrealimentado estómago, una barba que seguía creciendo y esa ociosidad le permitían imaginar mundos no tan distantes, no tan cercanos.

Para hacer la jornada más liviana encendió un cigarro, y empleó la capucha de su jersey como lentes de sol para días nublados, como una barrera que le permitiera alejar a las personas y así inventarles una historia, un motivo. Se detuvo unos momentos en ese café que siempre lo había tentado, recorrió todas su esquinas y escogió una silla lo suficientemente cercana a la puerta. Nunca se sabe cuando tendrás que huir. Ordenó un café con leche y una tarta con tantos colores que se reprochó no haber cargado con su cámara fotográfica. Realmente no se dio cuenta en que momento empezó a dejarla en casa, probablemente fuera un mecanismo de olvido, una forma de alejar aquella dulce memoria de su cabeza. Lo cierto es que ahora cada anécdota, propia o ajena, le provocaba ganas de apretar el botón, de abrir el obturador y lograr retener con la pequeña Canon todo aquello que a su mala memoria escapaba.

Sin darse cuenta pasaron suficientes horas, estaba con la mente en blanco y la mesera enfrente, ella le explicaba que no era por descortesía, que habrían de cerrar la caja siendo necesario que pagara su cuenta. Sacó su modesta billetera y de ahí uno de los dos billetes que traía. Esperó por el cambio y dejó una buena propina, a final de cuentas no fue mucho el servicio puesto que había dormido despierto, pero la señorita nunca paró de sonreír en la cobranza, su merito tendría.

Al salir la lluvia era más intensa, corriendo llegó a la librería solo para encontrarse con la puerta cerrada. Nunca se le ocurrió voltear a ver el reloj, eran las 10 de la noche.

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