Un-ended III

Ahora sin trabajo, siempre a la expectativa, tomó una ducha y desayunó aquel místico platillo de mexicana tradición. Tomó un libro del estante, “Chercher le vent” se titulaba, ya lo había leído, no era una coincidencia, los sucesos recientes le habían traído a la memoria este pedazo de literatura que, sin razón aparente, relataba una historia en extremo conocida, en extremo vivida. Se detuvo por un tiempo en la contraportada, aquella fotografía que retrata un avión caído, simplemente ahí, sin mayor destrucción que un tren de aterrizaje doblado y oxidado, como un gigante que decide detener su trayecto al conocer la debilidad de sus pasos. Adelante de aquel coloso estaba la imagen de un joven, con su estereotipo francés y la cabellera desenfadada –El autor seguramente.

Abrió el ejemplar por la mitad, justamente en aquella página que releía cada vez que se encontraba en blanco, cada vez que su mente salía del tiempo y el espacio, que se perdía en una densa nebulosa de pensamientos e ideas, de nociones y disparates. Esta página tenía dos renglones remarcados, no por hacer menos al resto del texto, sino por una costumbre que inconcientemente le habían regalado sus padres.

“Chacun a son propre ciel, mais l’important c’est chercher le vent”

Entre más releía esta frase menos sentido tenía. Esperando que no fuese un comportamiento mecánico, se detuvo a pensar que era lo que aquel autor quebecois buscaba transmitir. Lo único que logró fue verse a sí mismo tratando de describirse a través del lenguaje, tratando de encajar cada extremidad en un artículo, de volcar el corazón en los adjetivos, de relegar al cerebro y convertirse en verbo, en acción libre.