FUCK

Escribir se había vuelto difícil. Desde hacía unos días, aproximadamente 8 de ellos, las ideas atravesaban su cabeza de forma viscosa, un amoratado engrudo café detenía emociones, relaciones y pensamientos.

Con las horas punzantes se encontraba a sí mismo contemplando boquiabierto el segundero. Había mucho que decir, tanto que no decía nada. Quería hacerlo de la forma más literaria y coherente posible más no atinaba a modular posicionamientos válidos.

Kundera regresaba a su cabeza nada más para hacerle saber su desprecio a todo aquel que publica su vida, aquella persona que queda desnuda exponiendo sus viseras. La piel es un buen refugio para el autor.

Poemas, canciones, mentadas de madre y palabras malsonantes se aglutinaban en medio de sus ojos como multitudes enardecidas ansiosas por participar en una catarsis. Tanta era su necesidad que acababa por desmoronar el anfiteatro de su raciocinio. Caía rendido en el sillón sin más expectativas que el acento del locutor y su partido de fútbol.

Tic tac, tic tac, el tiempo pasa, lento, sesgado, desconectado. Eso sucede cuando quieres que pase: se colude con Murphy para hacer cumplir esa ley expresamente tácita, no puedes evitar ni esquivar las decisiones que pintan tu futuro.