The Big Taco

Tanta información en Internet que un poquito mas no hará dañó, y si es inutil e insulsa mejor...

Tuesday, November 15, 2005

Texto justo antes de una taza de café mientras se escucha a Ben Harper.

El mundo no necesita de ningún caudillo, héroe o salvador; y mucho menos necesita que la persona que así se considere tenga una excelente ortografía. El tiempo que transcurre desde que se pone a calentar el agua hasta que los microbios que en ella se encuentran sean completamente aniquilados gracias a la obsesión de un ser humano por la cafeína, puede ser una imagen completamente fehaciente de todo aquello que sucede en un entorno creado por la humanidad para desarrollar sus capacidades sin tener bien en claro cual es el objetivo al que se dirige.

El siglo XX tanto como los inicios del siglo XXI son un nuevo paradigma en nuestra noción de existencia. No estoy diciendo nada nuevo, día a día nos preguntamos cuál es la finalidad de nuestras acciones y si estas tendrán en realidad alguna trascendencia en el devenir del hombre. O por lo menos decidimos que habremos de comer. Es lo mismo.

Tratados filosóficos se escriben por personas que, siendo honesto, pueden ver más allá del continuo de información y de movimientos realizados por ellos mismos y sus semejantes, aquellas personas que son capaces de entender que cualquier aportación a la ciencia tiene una repercusión en su vida diaria e independientemente de esto se muestran aferrados a evitar la causalidad y la finalidad. Se dedican a contar cuentos y describir el entorno, se dedican a darnos astillas a las cuales aferrarnos para que nuestro magnánimo espíritu creador no se vea desalentado por saberse, o descubrirse, aventado al vacío carente de cualquier rasgo de trascendencia.

Espero no se me entienda como pesimista o depresivo, simplemente es una cualidad de nuestra vida que por antonimia buscamos comprender y desarrollar. Es una potencia liberadora que nos permite salir por las noches y pasar un buen rato con los amigos, es ese trasfondo que nos impide culparnos, en el sentido cristiano de la culpa, para poder convertirnos en empresarios, políticos y trovadores

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