De porque este día valió la pena...
El notable número de sonrisas que habían flotando por el aire, no se si se debe a la falta de exámenes, a un día más bien fresco que se presta a abrazos y caricias, o de plano a un virus que se insertó en la sociedad.
La lluvia que, después de mentarle la madre al camionero que me dejó lejos de la parada, sirve para refrescar y demostrar por contraste lo opaco del concreto con sus maquinas de hierro que aíslan a la sociedad.
Las caras de extrañeza de las personas al llegar a Chedraui más mojado que un perro y con un conato de poema en la cabeza.
La manzana que comí después de 3 años de no hacerlo (tenía braquets), poder disfrutar de su jugo y su carnosidad, enterrar los dientes en aquella fruta de deliciosa tersura.
Llegar a mi casa sin entender porque no puedo dejar de sonreír, confundir a la vecina con un “buenas noches”, que más parecía decir “estoy feliz, que gusto encontrarle”.
Disfrutar de las letras de Oasis que, si bien no entiendo en toda su extensión, saben armonizar con melodías de azul, de océanos expectantes.
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